lunes, 13 de junio de 2011

LAS PIEDRAS. HERMOSA FÁBULA.


Caminando por el sendero encuentras piedras, en ocasiones te tropiezas con alguna, caes y te lastimas. Están para eso. Debes reflexionar acerca de ese mal paso que diste, reconocer las causas y las circunstancias que te llevaron al error, para no repetirlo. Puedes detener un tiempo la marcha, si eso te es necesario; luego, con la ayuda de Dios, reinicias el camino.

Pero no debes llevar contigo las piedras. Ese pedazo de roca te sirvió para un propósito deliberado y único; déjala allí, ya no te sirve. Sólo mira hacia delante, vigila tus pasos, descubre otras piedras delante de ti, trata de no volver a tropezar, eso es todo.

Si te ocupas de transportar contigo las piedras con las que tropezaste, llegará un momento en que te será imposible avanzar.

Deja el pasado atrás. Deja las viejas culpas, los viejos errores, los malos momentos que ya fueron, las dudas que ya se disiparon, los sinsabores de otros tiempos. Son piedras pasadas, y es atrás donde deben quedar para siempre. Si hace una hora te equivocaste, reflexiona sobre ese hecho para sacar de él una enseñanza que limite el riesgo de que vuelvas a errar de la misma manera. Pero, una vez terminada la reflexión, una vez aquilatada la experiencia, sigue adelante sin reproche, no te quedes en esa hora que ya fue, que ya pasó.

Busca el amor de Dios, que en nada puede disminuir o cambiar, redobla tu entrega y acrecienta tu fe, haz crecer en ti la paz y la alegría que así -y sólo así- esa hora pasada tendrá algún sentido, aquel error te habrá servido para ser mejor.

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